Explotación laboral, abusos de todo tipo, incluidos sexuales, hacinamiento e infravivienda en asentamientos que deberían hacernos enrojecer de vergüenza… Esto es lo que se encuentran las jornaleras de la fresa en nuestro país cuando vienen a trabajar, muchas de ellas desde Marruecos.
«Cuando llegamos este año nos hicieron firmar varios papeles en español, no entendíamos qué ponía porque no hablamos español y tampoco nos dieron copia de esos documentos», “Me duele una muela y el encargado me ha pedido 50 euros a cambio de llevarme al médico”, “Puedes estar deshidratada y, como no sea la hora del agua, no te lo permiten» son algunas de las denuncias que hacen algunas trabajadoras.
El pasado año el relator especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos de la ONU puso el grito en el cielo al visitar un asentamiento en Lepe (Huelva): «Viven como animales», dijo. «Sus condiciones compiten con las peores que he visto en cualquier lugar del mundo».
Las marroquíes contratadas en origen suelen ser alojadas en barracones en las mismas fincas en las que trabajan. La luz, la manutención y el viaje de regreso a Marruecos corren de su cuenta. Se quejan de haber estado sin trabajar las primeras semanas tras su llegada. Y si no trabajan, no cobran, pero sin embargo permanecen en un régimen de encierro de facto, en fincas situadas a kilómetros de pueblos, a los que solo pueden llegar atravesando bosques o caminando por carreteras secundarias, y sin dinero. Este aislamiento, junto a otros factores como la diferencia de idioma, aumentan su indefensión.
Ana Pinto y Najat Bassit son las creadoras, junto con otras compañeras, de la asociación Jornaleras de Huelva en Lucha para defender los derechos de trabajadoras como ellas, a menudo en situaciones de gran vulnerabilidad social y económica. Ana Pinto recuerda que en 2018 «todo estalló cuando vimos que algunas compañeras marroquíes dieron un paso al frente para denunciar abusos laborales y sexuales que estaban sufriendo. Ahí pensé que si ellas, que eran más vulnerables que yo, se atrevían, ¿cómo no iba a hacerlo yo?». Así que desde entonces vienen recogiendo información sobre casos de de abusos y de maltrato, presentado denuncias y gestionado la cobertura médica de cuatro compañeras que enfermaron en este periodo.
Evidentemente esto no les sale gratis: la empresa en la que habitualmente trabajaban dejó de llamarlas. Y no es nada fácil convencer a las compañeras de que denuncien, pues sufren represalias.
La campaña #Comeconderechos, del pasado mes de abril y de la que ya os hemos hablado, quiere sensibilizar a la población sobre cómo viven las personas que trabajan en el campo y en el manipulado de la fresa, y ampliar nuestra consciencia a la hora de consumir, exigiendo no solo que los alimentos estén cultivados respetando el medio ambiente, sino que también respeten los derechos de todas las personas que trabajan para que podamos disfrutarlos.
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