Recientemente se ha presentado esta investigación que evalua el impacto ambiental asociado a los patrones de consumo mediante análisis de ciclo de vida. Una iniciativa del Centro Común de Investigación (JRC, Joint Research Centre) de la Comisión Europea (CE) y el Ministerio de Consumo. Con este estudio, España se convierte en el primer país de la Unión Europea en analizar su huella de consumo.

La huella de consumo se calcula en base a 16 indicadores de impacto ambiental ligados a un total de 164 productos representativos, agregados en torno a cinco grandes áreas: alimentación, movilidad, vivienda, bienes del hogar y electrodomésticos. Para su cálculo, se cuantifican la intensidad del consumo de cada producto representativo y el impacto ambiental asociado al ciclo de vida del mismo, desde la extracción de materias primas a la gestión como residuos al final de su vida útil.

Según esta metodología de la Comisión Europea, el sector de la alimentación genera el 52,1% del impacto ambiental de la huella de consumo de España. Además, de entre las 16 categorías de impactos analizados, la alimentación también es el principal vector en una gran mayoría de ellas. Sobre todo, en lo que se refiere a la eutrofización terrestre (81,6%) y marina (79,6%), al agotamiento de la capa de ozono (79,6%) y los usos del suelo (76,7%).

El informe concluye que los “elevados impactos asociados a los alimentos se deben, fundamentalmente, al carácter altamente intensivo e industrial que presenta el sistema agropecuario, fuertemente dependiente del uso de recursos fósiles, de fertilizantes químicos y de grandes cantidades de agua».

Tras la alimentación, la segunda área con más impacto ambiental es la movilidad (17,1%), especialmente asociada al uso del coche privado. Le sigue la vivienda (16,2%) por el consumo de calefacción. En total, las tres acaparan más de cuatro quintas partes (85,3%) de toda la huella de consumo en España.

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