En plena campaña de vacunación se acaba de cumplir un año de la declaración del primer estado de alarma. Durante el pasado año la población en general ha seguido y aceptado en buena medida las instrucciones y medidas tomadas por el Gobierno central y las comunidades autónomas, no sin poner en duda en muchos casos su coherencia y justificación, y a pesar de que muchas de las medidas ejecutadas han sido y son clasistas y han favorecido a los sectores más pudientes.

En los primeros meses de la pandemia, especialmente durante el confinamiento, desde instituciones científicas y organizaciones sociales y ambientales -entre ellas Ecologistas en Acción- se llamó la atención sobre las causas de fondo de la aparición de la COVID-19 y otras enfermedades infecciosas emergentes. Se puso énfasis en la destrucción cada vez más acelerada de los ecosistemas naturales y la biodiversidad, principalmente en regiones tropicales, impulsada por la globalización capitalista. Sabemos que la producción industrial de alimentos es uno de los factores de esta destrucción, y que es posible otra manera de garantizar alimentos de calidad para toda la población.

En este contexto, Ecologistas en Acción señala que aunque las vacunas son evidentemente necesarias para hacer frente a la actual crisis sanitaria, se están presentando como la respuesta del sistema a un problema surgido exclusivamente del infortunio, cuando no es así. Poner el foco únicamente sobre esta solución tecnocientífica contribuye a legitimar la actuación de los gobiernos, oculta las causas profundas de la pandemia y escamotea el debate sobre las medidas necesarias para reducir el riesgo de futuras pandemias y estar mejor preparadas como sociedad en caso de que se produzcan.

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