En un ejercicio más de clasismo, el Gobierno madrileño parece haberle planteado a las familias más vulnerables un reto similar al del documental Supersize Me: comer comida basura durante un mes. Estas son las reflexiones de nuestro compañero Abel Esteban en EL SALTO.
Una de las decisiones más polémicas relacionadas con la gestión política de la epidemia de covid19 en la Comunidad de Madrid ha sido la decisión de la Consejería de Educación del Gobierno regional de delegar en dos cadenas de comida rápida el suministro de un menú infantil para las familias receptoras de la Renta Mínima de Inserción (RMI), tras ordenar el cierre de todos los centros educativos e, inmediatamente, rescindir el contrato tanto de las empresas que prestaban el servicio de comedor escolar en colegios de Educación infantil y primaria, como de las empresas y cooperativas educativas que gestionaban las escuelas infantiles, incluyendo la alimentación ofertada en estas.
Lo que para una mayoría de personas parecía uno de los muchos bulos y bromas circulando por Twitter que nos acompañan en estos convulsos días, tras la aprobación del Ministerio de Sanidad es un servicio en marcha desde el miércoles 18 de marzo.
Hacia un ‘Supersize Me’ institucional
En el documental de 2004 Super Size Me el protagonista se pasa un mes alimentándose exclusivamente en McDonalds. El resultado es que termina cogiendo sobrepeso y problemas en el hígado. En un ejercicio de clasismo, el Gobierno madrileño parece haberle planteado a las familias más vulnerables un reto similar.
O quizás algo peor, pues por franja de edad y por nivel socioeconómico, son uno de los grupos sociales con peores hábitos alimentarios de partida, que se verán fortalecidos durante este periodo de confinamiento. A lo que habría que añadir la relación entre mala alimentación, enfermedades y sistema inmunológico más débil. Una verdadera vergüenza institucional. Y más cuando hace unos meses la propia Consejería de Sanidad planteaba que la obesidad “es un problema prioritario de salud pública” y era indispensable con urgencia un Plan de Prevención del sobrepeso Infantil en la Comunidad de Madrid.
El resto de familias, abandonadas
La Consejería ha habilitado este cuestionable servicio exclusivamente para los aproximadamente —según cifras de la Consejería— 11.500 alumnos de familias perceptoras del RMI. Tal y como denuncia la Federación Regional de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado FAPA Francisco Giner de los Ríos, hay otros 80.000 menores madrileños que tienen una reducción en su cuota de comedor, a los que la Consejería no está ofreciendo ningún tipo de apoyo económico o alimentario. En cambio, las medidas tomadas por otros gobiernos regionales sí que contemplan a todas las familias con reducción o exención completa de la cuota de comedor. Es el caso, al menos, de Cataluña, Euskadi o Aragón. Los sistemas elegidos por el resto de gobiernos autonómicos pasan por entregar menús a través de colegios o en domicilio, transferir a las familias beneficiarias la cuantía de las becas u ofrecerles alimentos a través de acuerdos con establecimientos comerciales (nunca de la mano de cadenas de comida rápida.
Menús inapropiados
Algunos profesionales de la dietética y nutrición han valorado en sus perfiles de redes sociales la calidad nutricional de los menús acordados entre la consejería de Educación y sus compañeras de esta delirante iniciativa. Concluyen que son totalmente incompatibles con la alimentación que la Administración debería ofrecer a escolares. Tampoco sorprende viniendo de dos cadenas de comida rápida: “Hay que ser muy negado como profesional de la nutrición para presentar así una oferta de menús”, al fin y al cabo “no se le puede pedir peras al olmo. ¿Qué se esperaba que dieran Telepizza y Rodilla?”, concluye Juan Revenga en su perfil de Twitter).
Resumiendo —y ampliando— las valoraciones de este profesional, el menú de Telepizza presenta un aporte energético muy desequilibrado entre unos días y otros, escasísima variedad —la única verdura es una misma ensalada que se repite cuatro días a la semana, y una salsa de tomate, así como pollo, carne picada y embutidos de cerdo como principales alimentos más proteicos— y una ausencia absoluta de fruta, pescado, legumbres o cereales integrales.
En el caso de Rodilla, el menú mejora ligeramente la variedad y hay presencia de frutas, pero igualmente la cantidad de verdura y hortaliza es muy baja —una ensalada y hoja verde en algunos bocadillos, los grandes protagonistas de sus menús—, y sorprende el protagonismo de alimentos procesados: una bolsa de patatas fritas todos los días, croquetas más de la mitad, jamón, paté… Aquí sí que aparece un pescado azul —¿adivinan cuál?—, pero nada de legumbres o productos integrales.
Más allá de estas valoraciones de especialistas en la materia, la propia Consejería de Educación tiene establecidos una serie de requisitos nutricionales para el servicio de comedor escolar, que hemos intentado resumir en la siguiente tabla, y que estos menús incumplen flagrantemente. Veámoslo en detalle.
Elaboración propia a partir del anexo III del pliego de prescripciones técnicas por las que se regirá el acuerdo marco para la prestación del servicio de comedor escolar en los centros docentes públicos no universitarios de la Comunidad de Madrid y actuaciones complementarias inherentes al mismo, a adjudicar por procedimiento abierto mediante pluralidad de criterios. Expte: C 322A/003- 2017
- Verduras y hortalizas. No solo la presencia es claramente insuficientes; además, la aceptación de este grupo de alimentos —uno de los menos atractivos entre muchos menores— pasa por la variedad y por ofrecerlos en diferentes preparaciones: purés, salsas para pastas, bases de guisos de legumbres, patatas o arroz, etc. ¿Cuánta hortaliza va a comer un niño/a “agraciado” con este menú, que no esté acostumbrado a comer ensaladas? Los menús incumplen claramente el criterio de la administración, que literalmente recomienda “la mayor variedad posible de alimentos, haciendo especial hincapié en alimentos vegetales: verduras y frutas, y limitando los alimentos con mayor valor energético, pero escaso contenido en nutrientes”. ¿Dónde encaja la abundancia de patatas fritas, croquetas o panes blancos de los menús anunciados?
- Fruta fresca. Excluida del menú de Telepizza, presente en cantidad insuficiente en el de Rodilla, que de acuerdo con las imágenes de sus menús, solo conoce la naranja.
- Carnes y derivados. Presentes absolutamente en todos los menús, probablemente en raciones pequeñas en el caso de sándwiches, pizzas o bocadillos —y menos mal, pues muchos días son carnes procesadas, desaconsejadas por sus elevados contenidos en grasas, sal y/o aditivos—.
- Pescados. Ausentes en el caso de Telepizza. El atún presente en la oferta de Rodilla no alcanzaría el mínimo exigido.
- Huevos. Algo habrá, imaginamos, en la mayonesa, croquetas… ¡Otro incumplimiento!
- Cereales y patatas. Abundancia de pizzas y panes blancos, uno de los alimentos procesados con mayor cantidad de aditivos. Basta pararse a mirar las etiquetas de los panes de molde o hamburguesa en cualquier establecimiento.
- Legumbres. Completamente ausentes, a pesar de ser alimentos muy nutritivos.
- Lácteos. Telepizza también los ignora, Rodilla los ofrece el 50% de los días, cuando deberían aparecer como máximo el 20%.
En relación a otras recomendaciones que establece la Consejería de Educación —aunque sin pautar exigencias mínimas—, como incluir alimentos integrales, menús diseñados de acuerdo a la estacionalidad, o “en la medida de lo posible, alimentos de proximidad y/o temporada”, evidentemente, los menús no tienen en cuenta ninguno de estos aspectos.
Resulta por lo tanto inexplicable y completamente irresponsable que la consejería haya dado por buenos estos menús. ¿La Consejería de Sanidad no tiene nada que decir al respecto? Tampoco sorprende, pues hasta la fecha Educación ha recurrido a la Fundación Española de la Nutrición (FEN) como asesora o evaluadora externa de su servicio de comedor escolar.
A diferencia de profesionales sanitarios de la red pública madrileña o investigadores/as independientes, la FEN es una entidad privada fuertemente participada por la industria agroalimentaria, incluyendo entre sus promotoras a fabricantes de comida rápida y una amplia gama de alimentos nada recomendables en alimentación infantil —bebidas azucaradas, repostería industrial, carnes procesadas, etc.—: McDonalds, CocaCola, PepsiCo, Idilia Foods (ColaCao), Campofrío… o Telepizza.
Uno de los directivos de esta última, Fernando Frauca Amorena, es de acuerdo con la web de la FEN, vocal de su Patronato. Desconocemos el nivel de participación de representantes de las empresas promotoras en el Patronato, Comisión Ejecutiva o Comité Científico de la fundación, pues no se ofrecen los CV ni información adicional de muchos de sus integrantes.
¿Dirá algo la FEN de los menús anunciados por Telepizza y Rodilla? Nos sorprendería, ante el evidente conflicto de interés que plantea su relación con el Servicio de comedor Escolar regional. Por cierto, también son promotoras dos multinacionales más: Serunión, una de las gigantes de la restauración colectiva española y europea, que presta el servicio de comedor en varios colegios madrileños; y la multinacional de la sanidad privada Quirón Salud.
Por su parte, la necesidad de “preservar los menús saludables”, que según varios medios de comunicación, trasladó el Ministerio de Sanidad al Gobierno regional el pasado 17 de marzo se está incumpliendo flagrantemente.
Una apuesta política disfrazada de problema logístico
La propia presidenta del Gobierno regional, Isabel Díaz-Ayuso, ha salido a defender en Twitter la propuesta, argumentando que “ni los Ayuntamientos, ni la hostelería, ni las empresas de distribución pueden hacer llegar 11.500 comidas cada día a los escolares“, mientras que la Consejería asegura que se intentaron otras opciones, como contratar un catering o mandar cajas de productos no perecederos a las casas, pero que no fue factible.
Tanto las iniciativas seguidas por otros gobiernos regionales —como vimos al principio—, como las de varios Ayuntamientos madrileños desmienten que no sean posibles otras alternativas a los menús de comida rápida. Leganés, Getafe, Fuenlabrada o Rivas-Vaciamadrid o Loeches están ofreciendo menús escolares elaborados por empresas de catering a través de sus colegios, o un servicio de comida a domicilio a personas vulnerables a la epidemia del covid19.
La Consejería homologó en 2017 a 84 empresas de restauración para gestionar comedores escolares, cuyos contratos ha rescindido en una de las primeras —y más polémicas— medidas de respuesta a la expansión del virus, por su evidente impacto en el empleo. Nadie se cree que no haya alternativas. Hablamos de incapacidad técnica —frente a la respuesta de municipios madrileños y otras administraciones autonómicas—, y/o de una clara voluntad política de responder a las situaciones de crisis transfiriendo —aún más— recursos de los servicios públicos —gestionados en buena medida por pymes madrileñas— a multinacionales, en este caso, de la comida rápida y el empleo basura.
Confiamos en que la creciente presión ciudadana que vemos estos días no solo sirva para echar atrás esta medida, sino para buscar soluciones a las carencias del actual servicio madrileño de comedor escolar, así como el conjunto de servicios alimentarios que ofrecen las administraciones públicas. Así lo venimos demandando diferentes organizaciones educativas, de salud pública, ecologistas, de la agroecología o la economía social madrileña, que en noviembre de 2018 presentamos el Manifiesto Por una Compra Pública Alimentaria Saludable y Sostenible en la Comunidad de Madrid. Porque la alimentación no es solo un derecho fundamental, también es una de las claves —acompañada de políticas públicas adecuadas— de las urgentes transiciones ecosociales necesarias para responder a esas otras emergencias previas a las del covid19: la climática, la del mundo rural o la de obesidad, por citar solo algunas.
La excusa de la pandemia no puede servir para justificar el llenar estómagos de cualquier manera. El Gobierno Regional y el Ministerio de Sanidad deben de rectificar, pues no se debería jugar con la comida de las familias más vulnerables.