Una de las manifestaciones del cambio climático en nuestras latitudes (olas de calor de la mano de ausencia de lluvias), amenaza el suministro de alimentos estratégicos en España. Optar por dietas saludables, y exigir a las administraciones que las promuevan, es una arma en nuestra mano para enfriar el planeta… ¡y mitigar este sofoco climático que no hay quien aguante!

Hace semanas citamos 2 artículos que presentaban algunas de las consecuencias del cambio climico sobre la producción de alimentos. Hoy nos centramos en uno de sus efectos: la escasez de agua. Laura Conde firma en La Vanguardia un interesante artículo sobre cómo diferentes producciones alimentarias peninsulares se están viendo afectadas por la mezcla de elevadas temperaturas y escasez de lluvias en esta primavera, que profundiza la tendencia de meses y años anteriores derivada del cambio climático.

Cosechas que se dan por perdidas o que directamente los y las agricultoras descartan (cerales, frutales); rendimientos mínimos esperados para olivares y viñedos; o reducción en la oferta de algunas hortalizas, son algunas de las situaciones que el artículo describe.

A partir de las valoraciones de 2 organizaciones que promueven modelos alimentarios basados en la agroecología y la soberanía alimentaria, Ecologistas en Acción y Justicia Alimentaria, el artículo presenta la inviabilidad del modelo agroalimentario actual, con ejemplos paradigmáticos. Algunos de ellos son:

  • la proliferación de granjas industriales (de cerdos o vacuno lácteo), de la mano de consumos de carnes que multiplican por 4 o 5 la ingesta recomendada, cuyos purines contaminan el agua de acuíferos, que deja de estar disponible para otros usos humanos a pesar el contexto de sequía.
  • La apuesta por el aguacate, cultivo tropical muy demandante de agua, en zonas muy áridas de Málaga. Crece el número de agricultores que apostaron por este cultivo hace pocos años, y los arrancan ante las malas expectativas.
  • La puesta en regadío de cultivos tradicionales de secano, como el olivar o viñedo; que apesar de usar técnicas de riego eficientes, disparan globalmente los consumos agrícolas de agua.

El artículo finaliza enumerando alguno de los cambios que desde la organización ecologista consideran imprescindibles: “Hay que transformar los cultivos que se han hecho de regadío al secano, así como recuperar variedades hortícolas, frutícolas, cereales y razas ganaderas mejor adaptadas a la escasez de agua (…); trabajar en la reducción o eliminación de pesticidas y reducir los monocultivos, que son más vulnerables a las plagas. También es fundamental una diversificación del paisaje, potenciando los elementos naturales que hacen que los ecosistemas sean más resilientes».

Desde el punto de vista del consumo familiar y escolar, apostar por dietas con menores emisiones, como las que proponemos en este artículo, nos ayudará a hacer posible que nuestros hij@s y niet@s pued@n seguir alimentándose. No se nos ocurre mejor motivo para apostar por menús menos cárnicos, basados en ingredientes ecológicos (y de ganadería extensiva), de proximidad y temporada.

Puedes leer el artículo completo de La Vanguardia aquí.