Impactos de la mala alimentación, nuevas políticas que intentan mitigarlos o respuestas a la pobreza alimentaria frente a los gustos de la «gente común». ¿Qué hay detrás de la batalla política y comunicativa en torno a nuestra alimentación y su relación con la salud y la crisis social y ambiental?

La mala alimentación es el principal responsable de muertes y pérdida de salud humana (por encima de otros como el tabaquismo o cualquier otro riesgo para la salud), dada la relación entre un consumo excesivo de alimentos procesados, grasas saturadas o carnes rojas (y bajo de vegetales frescos o cereales integrales) con enfermedades cardiovasculares, diabetes o algunos tipos de cánceres.

A su vez, las personas con menos recursos y nivel educativo son las que peor se alimentan, y más padecen por lo tanto estas enfermedades. A modo de ejemplo, allá donde se estudia la relación entre los niveles de obesidad y sobrepeso y la renta, son siempre los y las niñas (y adultas) de los barrios pobres quienes mayor incidencia de esta enfermedad presentan. No es de extrañar que el último Estudio ALADINO 2019 sobre la alimentación, actividad física, desarrollo infantil y obesidad en España, de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, acuñase el término “pobresidad”.

En este contexto, desde Alimentar el Cambio hemos celebrado algunas declaraciones y medidas políticas de autoridades estatales, como las del Ministro de Consumo Alberto Garzón relativas al consumo de carne y sus implicaciones, o el anuncio de la regulación de la publicidad de alimentos no saludables dirigidas a público infantil y adolescente (que no prohibición). ¡Por fin las autoridades españolas promueven o legislan medidas ampliamente demandadas por instituciones como la Organización Mundial de la Salud y miles de profesionales de la salud y científicos! ¡Por fin dichas autoridades, si cumplen sus anuncios, dejarían a un lado los intereses de la industria agroalimentaria para proteger la salud de la población!

No obstante, la presión de dicha industria no es el único conflicto que enfrentan las políticas imprescindibles para luchar contra la epidemia de obesidad o la crisis climática: los hábitos de buena parte de la población distan de las recomendaciones en alimentación saludable y sostenible; y en el caso de la población más humilde, sus (malos) hábitos alimentarios son en buena medida consecuencia directa de la precariedad que determina sus vidas.

Con esta compleja realidad sobre la mesa, muchos líderes políticos protagonizan el debate público en torno a las políticas alimentarias innovadoras, posicionándose aparentemente a favor de “la gente común” y sus gustos. Basta recordar chulescas defensas de las pizzas facilitadas a las familias empobrecidas de los colegios madrileños, odas al chuletón o agresivas campañas en redes sociales caricaturizando las medidas anunciadas.

Para entender qué hay detrás de esta contienda comunicativa, recomendamos la lectura de la tribuna Qué comen nuestros políticos y por qué es importante, de Sara García Santamaría. La autora relaciona episodios como los mencionados con una estrategia política seguida por líderes como Isabel Díaz-Ayuso, Donald Trump o Mateo Salvini, para situarse “del lado del pueblo”, distanciarse de unas élites a quienes se asocia la comida saludable, y atacar a sus adversarios políticos. “La comida es mucho más que salud; está repleta de connotaciones ideológicas y emocionales arraigadas. A menudo, asociamos el comer a compartir experiencias placenteras, sensaciones, emociones, con nuestro círculo cercano, con las personas a las que queremos. Líderes populistas como Díaz-Ayuso utilizan la carga emocional de la comida para atacar aquellos que cuestionan (y amenazan) las formas en las que disfrutamos comiendo”.

La autora también alerta de las implicaciones para las personas más vulnerables del discurso populista, que “convierte (la comida) en un campo de batalla para acercarse al <<gusto>> de la gente común” a la par que promueve “discursos que excluyen no sólo a las élites, sino también a los más vulnerables”, como la calificación de Díaz-Ayuso como “mantenidas” a las personas en las colas del hambre.

Frente a esta aproximación populista, alineada con un sistema alimentario que amenaza clima y ecosistemas, a la vez que dificulta el derecho a una alimentación adecuada de millones de personas, quienes promovemos el cambio de hábitos y la transición ecosocial de la alimentación, tenemos ante nosotros un ingente desafío: incorporar en este proceso a las clases populares, cuyos hábitos alimentarios no sólo suelen ser muy diferentes a nuestras propuestas, sino que la precariedad vital en la que viven impone otras prioridades distintas a la alimentación saludable y sostenible. 

Os proponemos dos iniciativas para avanzar en este desafío:

  • Leer el libro ¿Qué comen las que mal-comen? Publicado por Editorial Zambra y Baladre, profundiza en la realidad alimentaria de las personas empobrecidas y propone estrategias para mejorarla en el marco de la Soberanía Alimentaria.
  • Os animamos a compartir metodologías, experiencias y marcos teóricos que nos ayuden a mejorar el impacto sobre las familias más humildes de las comunidades con las que trabajamos en proyectos como Menús Sostenibles Planeta Sostenible. Escríbenos a contacto@garuacoop.es.
    Con el material recibido, prometemos escribir un post en el blog en las próximas semanas. ¡Muchas gracias por tu ayuda!

Presentación on line do libro: &quot;Que comen las que mal comen&quot; | Oficina Dereitos Sociais Coia :: ODS-Coia